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martes, 16 de octubre de 2012

DON DIMAS DE LA TIJERETA: EL TINTERILLO QUE LITIGÓ EN EL AVERNO



Por Eddy Chávez Huanca
 
 
FAUSTO TESTIMONIO DE PARTE
 
El Fausto de Goethe ha servido de inspiración a multitud de obras, adaptaciones en el teatro, musicales, influencia en obras literarias, hasta ser llevada al cine en variadas ocasiones, no deja de ser una obra compleja, de por si el alemán es un idioma arduo y la vastedad de su autor de pronto hace necesaria además de paciencia y gusto por la lectura, tener un periplo cultural que respalde las primeras ojeadas. Se percibe en ella posibilidades de imaginar el cielo, el infierno, los placeres de la vida al punto de interrogarte como termina siendo pecado para algunos aquello que resulta placer para otros.

Respecto de suatento análisis, quedamos en deuda un gran número de lectores, por la magnitud de la obra literaria, así como El Quijote, Los Miserables, igual será inagotable los intentos de pretender su adaptación en el cine, pero no satisfacen al espectador como si quedo complacido el lector. Así como el Quijote, preferible es que a uno le lean Fausto o tenerla en versión de audiolibro, que la relaten, incluso acompañado con el dramatismo de los sonidos, y ahí el auditorio imaginarse la historia llena de tentaciones hacia los hombres y como estos sucumben ante ellas. Cuantos trabajos existen respecto del Derecho y el Quijote, El Alcalde de Zalamea, Alicia en el país de las maravillas, Rebelión en la granja, o el inagotable uso de citas respecto de las recopilaciones sobre los dichos y escritos de Cicerón en libros de retorica y argumentación, ¿habrán leído toda la obra los articulistas?, o solo algún capitulo en particular.
 
El diablo como inspiración literaria y abogadil, como es representado para, y por la gente en diversas épocas y lugares, está relacionado con lo tenebroso, lo prohibido, el guía al mal camino, en las películas se le recuerda que viene acompañado con el olor a azufre, o de una tentadora mujer o varón si es el caso. El exorcista (1973), El abogado del diablo (1997), la miniserie argentina El garante (1997) otra adaptación meridional de Fausto ([1]). Y en el caso de personalidades complejas y tiranas que bien podrían ser representantes de lo maligno esta El diablo viste a la moda (2006), la villana Cruella de Vil en 101 Dalmatas (1996). Al diablo con el diablo (2000), o películas que llevan del puro titulo la palabra diablo. Hay para todos ([2]).
 
Así en la vida y en las historias de fantasías, se veía al diablo en todo aquello que estaba fuera de los mandatos divinos. En una época de la humanidad al encontrarse vinculada la ley a las creencias religiosas cuanta gente ha sido torturada y ultimada porque se creía que el demonio los poseía, gente inocente fue ultimada porque sus juzgadores resolvían que se les había metido el maligno y la mejor manera de expiar las culpas de los condenados en buenas cuentas ‘sacarle el diablo’ ha sido acabando con sus vidas, hoy en día aun se ven escenas donde los rituales acompañados del recogimiento espiritual se acompaña de sendos golpes con la biblia en la cabeza de ‘los pecadores’. Los argumentos que pierden objetividad y donde existen falencias al confundir el derecho con la moral se han arrastrado desde el origen de la humanidad. A la hora de juzgar, confundir la fe con el derecho ha sido uno de los errores históricos de mayor gravedad para la humanidad.
 
ABOGADOS Y EL ¿INFRANQUEABLE ALEMAN?
 
 
José León Barandiarán entrenaba su alemán con la lectura de Fausto, se suma a ello el interés por el Derecho alemán, prueba de ellos son los comentarios a su constitución ([3]). El oficial mayor del gremio abogadil, tuvo un empírico aprendizaje del idioma germano, utilizando películas y documentales que contenían en su mayoría discursos propagandísticos de una época en que el nacionalsocialismo se encontraba en apogeo, ha sido moneda corriente entre los estudiantes de derecho acceder a la cultura jurídica alemana a través de intermediarios, es casi obligatorio la lectura de Bromas y veras en la jurisprudencia de Rudolf von Jhering, Metodología de la ciencia del Derecho de Karl Larenz o Teoría General del Estado de Georg Jellinek, todas ellas sendas traducciones foráneas, que le sumaban un grado más de dificultad. El foro limeño no fue ajeno a Goethe, recepcionaba con inquietud sus trabajos, llegando incluso el Colegio de Abogados de Lima a ofrecerle un homenaje:
 
HOMENAJE A GOETHE
«El 28 de agosto último se conmemoró el segundo centenario del nacimiento de Johann Wolfgang Goethe, la figura más representativa del espíritu alemán: el maestro de la meditación del universo y de la vida, el pensador y poeta de alcance universal que alcanzó a vivificar el pensamiento y la cultura de occidente. […] El tema sobre la vida, que forma desde los primeros tiempos la nota diferencial de sus pensamientos y sobre la cual insiste constantemente, no es más que uno de los elementos de su concepción total, una concepción que sólo resulta completa cuando se le agrega el término ‘belleza’. Poesía y belleza quedan por tanto integrados en su filosofía porque una y otra se relacionan fundamentalmente. Goethe nos enseña así que la vida, en cuanta cuestión capital de la filosofía misma, es tema de superlativo interés para el pensamiento. Por eso, su obra ejerce influencia espiritual en el siglo XVIII y aun sigue viviendo en el siglo XX, como si el mundo de estos tiempos —enteramente diferente al suyo— fuese también de él. Y es que esta figura —la más representativa del espíritu alemán—, gran creador de cultura y de poesía, abogado y filósofo, artista y literato, hombre de ciencia y dramaturgo, biólogo y naturalista, etc., poseyó una fina sensibilidad por todo aquello que significaba meditación del universo y asomo a la vida y a veces para alcanzarlos. Hoy que en América se celebra el bi-centenario de la fecha del nacimiento del Genio, REVISTA DEL FORO se une a este exigente deber de cultura, convencida de que nadie entre los mortales ha merecido mejor que él esta ofrenda de homenaje»

Colegio de Abogados de Lima - Revista del Foro

Año XXXVI Julio-Septiembre 1949. Número III. pp. 275-276.

 
 


 
El cuentista Julio Ramón Ribeyro en sus relatos íntimos, además de manifestar las tribulaciones sobre su vida y su vínculo con la escritura, retrata pasajes de su contacto con otras culturas a través del idioma, destacando las características del alemán:
 
«¿En qué medida el hecho de hablar una nueva lengua crea una nueva personalidad? ¿Nuestra naturaleza es tan poderosa que puede utilizar a su servicio, sin traicionarse, un nuevo sistema de expresión? H., en español, es comunicativo, cariñoso, atento, sensible, pródigo. En alemán es seco, reservado, tímido, orgulloso, económico. Cuando dice: ‘Aquí tengo treinta centavos’, los gasta con facilidad. Cuando dice: ‘Hier habe ich dreizig Pfennig’, piensa dos veces antes de hacerlo» ([4]).

En las cartas que le escribiera a su hermano Juan Antonio, en una de ellas le cuenta respecto de una ópera que apreció en París basada en Madame Buterfly, donde destaca su romanticismo y anota también las falencias de la puesta en escena, en razón de ello, compara a los italianos con los alemanes, donde le reconoce a los primeros que son visibles dominantes de «un gran sector de la ópera porque son claros y luminosos como buenos meridionales», y respecto de los alemanes señala:
«Pero hay que ver a los alemanes… ‘¡esos alemanes!’, como dice un amigo mío. Los cuentos de Hoffmann es una obra maestra. Me parece que los alemanes se preocupan más por la unidad del drama, ensamblan mejor la música con las voces y tienen mucho más fantasía y al mismo tiempo más profundidad» ([5]).
 

El aprendizaje del idioma germano ha resultado laborioso, y así lo testimonian historiadores, abogados y literatos, Jorge Basadre Grohmann se sirvió de mucho al haber transitado por el colegio alemán en su adolescencia, del mismo modo Vargas Llosa relata los reparos que le ocasiono el idioma,  para Julio Ramón Ribeyro no fue la excepción:
 
 
«Mis dificultades con la lengua alemana son hasta el momento ‘insuperables’, te juro que es una lengua endemoniada que sólo se puede aprender estudiándola. El francés penetra por ósmosis, el inglés depende de tres o cuatro recetas invariables, pero el alemán hay que conquistarlo a cabezazos, como se conquista una plaza fuerte o una mujer» ([6])
 
 
DIABLOS ANDINOS
 «Súpay [Diablo]: En el Perú antiguo, era la encarnación de los espíritus malignos que acechan al hombre, deparándole enfermedades o desgracias. Se creía que la oscuridad le era propicia, y por ello se le temía cuando el Sol se ocultaba en el horizonte; pero aun durante el día se aguardaba su presencia en las cavernas y las quebradas profundas, así como en los lugares oscuros. Era la potencia del mal y la destrucción».
Diccionario enciclopédico del Perú
Alberto Tauro del Pino
Si hay relatos del hijo de Dios predicando por las costas peruanas, también existen las   historias andinas respecto del ángel caído, sobre todo aquellas de carácter agrícola —sin ser el Perú tal—, de ejemplo esta el cuento de la cosecha de papas, o del inventor del Ichu, incluso hasta tenemos una danza puneña llamada Diablada, el Chullachaqui es parte del imaginario popular amazónico, su nombre deriva de la conjunción de los vocablos quechuas, ‘chulla’ que significa desigual o disparejo y el vocablo ‘chaqui’ que significa pies, existe la creencia de que es un diablo burlón de la selva peruana, que hace apariciones y se lleva a la gente, su figura tiene el pie izquierdo distinto y emana un hedor característico, las personas tienen al rezo como antídoto para evitarlo, señala el relato, que sus víctimas favoritas suelen ser los niños, probablemente basado en un mensaje de aquello que no debieran hacer o donde no deberían ir por ser peligroso, y la mejor manera de lograr resultados es identificar este peligro con el diablo.
 
Hasta canciones, la mayoría de ellas relacionadas al mundo del minero artesanal o al amor fallido. No juegues con el diablo fue rescatada del olvido y divulgada por músicos contemporáneos, la diablada puneña data sus leyendas desde el siglo XVI, la canción Fantasía de tijeras que manifiesta las tribulaciones y rituales del danzante de tijeras, incorpora asimismo al arpista Máximo Damián que relata en un español masticado por ser quechua hablante —este arpista alguna vez hizo música con José María Arguedas— de Miky González en su disco Inka Beats de estilo Chill Out:
 
 
«[…] Danzante es diablo, arpista es supaywasi, Violinista es ‘toca cruz’ y ya casi santo. Danzante llevan una cola y por eso dicen diablo, El arpa tiene hueco y es como una casa por eso dicen supaywasi, A violín dice, que violín toda la vida está tocando en cruz. Entonces violín bueno, perdonado de Dios […]».

Por donde ha sido divulgada la palabra de Dios, ha transitado la del diablo y se ha buscado el modo de extirparla. En las primeras oleadas de cristianización para transmitir todo lo malo que significaba el diablo, los misioneros utilizaban el Supay que originalmente significaba aquello que no se ve, aquello que anda por ahí, como una especie de fantasma, los catequizadores relacionaron al supay con los ídolos y predicas locales que había que extirpar por ser blasfemas, y así Supay llego a tener el significado que hoy le conocemos, que engloba al diablo, al pecado, a aquello que nos pesara si nos portamos mal y terminaremos en el infierno.

Así amenazaban a nuestros ancestros, que si se portaban incorrectamente y fuera de lo que manda la predica cristiana se les aparecería el Supay y serian condenados al infierno. Ya sea para el temor o la petición, el ‘nuevo’ Supay continuó en la imaginación de los cristianos, hasta la actualidad, además de temerle, hoy participa en las celebraciones mestizas, no por menos se baila la diablada en el altiplano peruano-boliviano, le temen pero el mensaje de los misioneros ha logrado su cometido, pues como prevalencia de la cosmovisión panteísta, hay gentes que le peticionan a través de los brujos. La tentación mefistofélica es de Goethe como la diablada lo es del altiplano, así antes de ellos otros hayan escrito al respecto, el alemán la inmortalizó, si después de ello lo bailan en diferentes partes del mundo, la danza  se origina en los andes.

 
El mismo MVll fue tildado de diablo por Genaro Ledesma en la campaña fallida a la presidencia de la Republica en 1990 ([7]). ¿Cómo es el diablo?, podría ser un bello animal o bajo la apariencia de aquello mas apetecido. En este caso el comunista Ledesma homologaba al escritor con Belcebú, importaba poco que represente una opción diferente para el país, en un momento de crisis económica y social aguda. El país estaba marcado con una predisposición para el caos, en su libro El diablo en Campaña, Álvaro Vargas Llosa señala:

«Su estrépito económico, su turbulencia social, su complejidad geográfica y el desfase entre su vida institucional y la vida de millones de peruanos de carne y hueso hacen del Perú un caso sui géneris. México, que también tiene una gran complejidad social, está mucho más integrado y ha alcanzado un mestizaje mucho mayor» ([8]).
 
 
En el caso de los alemanes, que gente difícil para descubrir, su disciplina, sus modos de comunicación, su revitalizado cine, cuantos testimonios de intento para aprender su idioma o alcanzar a conocer su arte, es un desafío acceder a la cultura de un pueblo con predisposición para el expresionismo:
 
«¡Los alemanes son, por lo demás, gentes extrañas! Con su pensamiento profundo, con las ideas que están buscando constantemente y en todo introducen, se hacen la vida demasiado dura. ¡Ea! Tened el valor de dejaros llevar por vuestras impresiones… y no penséis siempre que será vano todo lo que no sea una idea, algún pensamiento abstracto» ([9]).

A pesar de las reformas, los años de barbarie que ocasionaron el terrorismo y la crisis económica podrían resultar predecibles en un país tan confuso. A pesar de ser uno de los países más desarrollados y cultos se permitieron formar una disciplinada comparsa que sumió al mundo en una guerra mundial, dos pueblos que con tamañas distancias han tenido por igual al diablo en sus existencias.
 
DE LOS ARCAÍSMOS A LOS ANGLICISMOS
 
Quisiera apuntar respecto del lenguaje de los abogados, Palma en Don Dimas de la tijereta utiliza los siguientes términos del foro: cartulario, ante mí, certifico, por improcedente, notificarla, alegato, hacer honor, festinación, fecho y actuado, costas, pandectas, fuero juzgo. Cumpa Pizarro es agudo al señalar que el lenguaje forense peruano se encuentra lleno de arcaísmos, caprichos, frases hechas y redundancias, en relación a la palabra fecho señala lo siguiente:
 
«En español antiguo, en los tiempos en que Don Quijote andaba haciendo sus locuras en la Mancha, ‘fecho’ era el participio pasivo del verbo ‘facer’, verbo éste que equivalía al moderno hacer. Fecho, en consecuencia, era lo que hoy es hecho, participio pasivo del verbo hacer. De modo que cuando—como en la cita—algún juez ya cargado de años dice: ‘…y fecho, dése cuenta…’ está queriendo decir que una vez cumplido o hecho lo que ordena (en ese caso, cursar el oficio) se le dé cuenta, esto es, se le informe» ([10]). 

El lenguaje heredado o importado nos juega malas pasadas. Las palabras habituales y técnicas tienen su propia historia, incluso discurren por vías disimiles. La introducción de términos anglosajones resulta en esta época la continuación de una jerga legal en el ámbito local que al tener una recepción apresurada, o se distorsiona la esencia de la figura jurídica o simplemente se le interpreta de manera traslativa, de los ‘autos y vistos’ ‘el colegiado’, pasando por los ‘esta judicializado’, ‘lo está viendo tribunales’ ‘está en sala’,  hemos pasado a los barbarismos ‘plea bargaining’ ‘cross examination’ ‘recovery’ estos últimos fuera de contexto o adaptados forzadamente, sumemos a ellos a los contratos de consumo que se han venido integrando a nuestro sistema jurídico. Existe equivocidad en los términos y si son importados además se debe tomar en cuenta que el idioma es un canal de transmisión cultural, lo que significa y para qué sirve en su lugar de origen difiere de la cultura jurídica local, los trasplantes se deben hacer tomando en cuenta un mínimo de comparación jurídica.

Haber heredado un leguaje en desuso, fuera de época y redactar en difícil ha sido parte del estilo de vetustos abogados y un gran número de magistrados, llenar de tecnicismos las sentencias, el litigante la lee y no entenderá nada, salvo incrementar su desconfianza por el sistema de justicia. A la hora de redactar el juez deberá imaginar como si esa sentencia fuera dirigida hacia su persona y es donde se está decidiendo su libertad o su patrimonio, por esa razón el litigante merece recibir en sus fallos la mayor claridad posible. Dicha libertad no tiene porque alejarlo de la técnica jurídica, simplemente debe despojarse de ese legado inútil de arcaísmos y del lenguaje rebuscado. José Antonio González desarrolla en su artículo respecto de las falsas precisiones en el lenguaje jurídico identificando 4 anomalías: a) la redacción descuidada, b) la redacción complicada,  c) la redacción confusa, y d) la redacción pretenciosa. El mismo González señala:

«Los juristas, en su afán por no quedarse nada en el tintero y por dotar de precisión a todo lo que dicen, tienden a construir párrafos extremadamente largos, cargados de incisos y de frases subordinadas. También es cierto que esa complicación formal puede estar originada por lo que Marilyn Frankenthaler y Sofía Zahler consideran ‘La necesidad de emplear el lenguaje jurídico para explicar conceptos complicados y hasta a veces retorcidos’, aunque esto último sucede en muchas menos ocasiones de las que se pueden exponer como ejemplo de búsqueda de precisión extrema para lo que, de por sí, no la exige ni la necesita» ([11]).
 
En la formación abogadil el lenguaje del derecho ha sido absorbido con la idea primigenia de redactar sentencias, cuando el mundo de la lengua del derecho es más rica, en esto último debe reparar el docente y los jueces, casualmente el suscrito asistió a una conferencia titulada Aprendiendo el lenguaje del derecho, con una sentencia en mano el expositor no tardo en mostrar que su discurso se basaría en como redactar una sentencia, reparando la mayor parte del tiempo en el tipo penal correspondiente, sin mediar reparo en el exceso y repetición de arcaísmos ni mucho menos en la calidad semántica de la sentencia o el abuso en la extensión de las frases y redundancias:

 
«En el lenguaje jurídico las palabras adquieren significados insospechados, por regla general porque se confunde el significado de unas con la apariencia formal de otras, en otro intento más por dotar de precisión a lo que, por su propia esencia, carece de ella. Eso es lo que ha ocurrido, por poner un solo ejemplo de entre los muchos posibles, con el adjetivo meritado, que a alguien en un determinado momento le pareció que sonaba mejor (o que era más preciso) que el vulgar mencionado. En numerosos casos de nuestra legislación, y sobre todo de nuestra jurisprudencia, meritado se emplea en un sentido impropio, con un significado que no tiene» ([12]).
 
 
Sea oportuno señalar que material bibliográfico al respecto debe ser tomado en cuenta en los programas de derecho, Retorica forense (1896) de Miguel Antonio de la Lama que en su parte tercera denominada Redactoria plantea ejemplos sobre el cuidado que se debe poner en la redacción de los escritos, El Derecho como tema literario (1996) discurso pronunciado por Fernando de Trazegnies por motivo de su incorporación a la Academia Peruana de la Lengua, La lengua del derecho y el derecho de la lengua (2005) discurso pronunciado por Diego Valadés para su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, por citar algunos ejemplos.
 
 
LA PREVIA DE FAUSTO A DON DIMAS
Fausto y el diablo terminan siendo partes de un contrato, el estudioso caballero entregaría su alma a cambio de gozar en vida los placeres máximos y llevar al clímax el acceso al conocimiento. Como en el caso donde Jehová pone a prueba a Abraham al señalare Dios que debe sacrificar a su hijo. Mefistófeles reta a Dios que podía descarriar a uno de sus hijos más queridos (Fausto), quien tenía como máxima aspiración acceder a todo aquello que se pudiera aprender y conocer en este mundo terrenal, pues, hasta ese entonces, consideraba mundano lo que había leído y escrito sobre la ciencia, no le era suficiente, después de intentar diversos medios para alcanzar las virtudes máximas, queda frustrado consigo mismo, señalando: 
«He estudiado ya Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por desgracia, Teología, todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo. Y aquí me veo, pobre loco, sin saber más que al principio. Tengo los títulos de Licenciado y de Doctor y hará diez años que arrastro mis discípulos de arriba abajo, en dirección recta o curva, y veo que no sabemos nada. Esto consume mi corazón. Claro está que soy más sabio que todos esos necios doctores, licenciados, escribanos y frailes; no me atormentan ni los escrúpulos ni las dudas, ni temo al infierno ni al demonio».
Ante toda esta tribulación, un can que había estado siguiendo a Fausto hasta su casa, se transforma en el diablo. Entre los dos terminan haciendo el trato. El diablo estará al servicio de Fausto en todo lo que el requiera mientras este con vida, a cambio de que en la otra vida Fausto se pondrá a su servicio. Este contrato deberá ser firmado con sangre, pues el diablo no se fía de las palabras, y así se hace, con gotas de sangre es marcado el contrato con el puño y letra de Fausto:
Mefistófeles: Hoy mismo, en el banquete doctoral, cumpliré mi obligación como criado. ¡Sólo una cosa! Por amor a la vida o a la muerte, te ruego que escribas unas líneas.
Fausto: Ah, ¿exiges algo escrito, pedante? ¿No has conocido nunca a un hombre de palabra?, ¿no es bastante que mi palabra empeñada haya dispuesto para siempre de mis días? Si este mundo que corre en todos sus torrentes no me ha detenido, ¿lo hará una promesa? Pero esta locura se ha apoderado de mi corazón, ¿quién se atreverá a liberarme de ella? ¡Afortunado aquel que lleva la fidelidad en su pecho!, ¡no hay sacrificio que le pese! Un pergamino escrito y sellado es un fantasma que espanta a todos. La palabra muere en la pluma, y el papel y la cera son los amos. ¿Qué deseas de mí, espíritu maligno? ¿Bronce, mármol, pergamino o papel? ¿He de escribir con pizarrín, buril o pluma? Te dejo libre la elección.
Mefistófeles: ¿Por qué exageras con tanto calor tu charlatanería? Cualquier hojita valdrá. Firmarás con una pequeña gota de tu sangre.
Fausto: Si te hace ilusión, te seguiré en este grotesco juego.
Mefistófeles: La sangre es un humor muy especial.
Fausto: No temas que rompa la alianza. Lo que ahora mismo te prometo es el alcance de toda mi fuerza. Me he engrandecido tanto que ya sólo pertenezco a tu rango. El gran Espíritu me ha despreciado, ante mí se cierra la naturaleza. Se ha roto el hilo del pensamiento, hace mucho que me asquean los saberes. ¡Que las pasiones que arden dentro de mí se hundan en lo profundo de la sensualidad! ¡Que todo milagro me espere dispuesto tras un velo mágico impenetrable! ¡Lancémonos a la embriaguez del tiempo, a la sucesión de los acontecimientos! ¡Que se alternen como quieran el dolor y el placer, el logro y la desazón!: solamente sin descanso se pone el hombre en actividad.
Mefistófeles: No se te impondrá ninguna medida ni se limitarán tus metas. Si te place picotear aquí y allá y atrapar algo al vuelo, tendrás aquello que te deleite. No seas estúpido y aférrate a mí.
Mayor perdición no sería dicha ambición, sino el alimentar las más terrenales de las emociones y necesidades, ser correspondido por Margarita, mujer de la cual se sentía perdidamente atraído, el diablo ayudaría a que esta caiga en los brazos de nuestro personaje, luego de una serie de muertes, entre ellas la de su amada, Fausto termina quedándose solo, de consuelo haberle ganado la apuesta a Mefistófeles y este  a cumplir el trato, pues hasta en el infierno hay leyes.
LA LITERALIDAD DEL CONTRATO EN DON DIMAS DE LA TIJERETA
Son conocidos los ejemplos producto de la cotidianeidad e informalidad judicial que facilita un escenario para hacer las cosas como dicta la palabra escrita, o firmar los documentos sin leerlos, en el caso de la labor judicial, el ejemplo ordinario es el de los proveídos que el asistente le alcanza al juez, la actividad de los trabajadores judiciales hace que la rutina desplace a la racionalidad y despoje de identidad a sus protagonistas, y el mensaje de sus sentencias recala en la sociedad que seguirá el ejemplo de hacer las cosas de manera literal, ‘prohibido el ingreso de vehículos’, ‘prohibido el ingreso de animales’, si el encargado de seguridad interpreta al píe de la letra el aviso, o cuando un aviso prohíbe el ingreso de perros y gatos, puede aparecer un hombre con un animal salvaje, oso o tigre, considerando bajo su interpretación que el aviso solo va dirigido a la prohibición del ingreso de animales domésticos, perros y gatos.
Sucedería lo mismo en otro sentido, al ingresar un ciego con su perro guía a un establecimiento comercial no se le permitiría el ingreso a raíz de que el vigilante se apoya en la literalidad del aviso, ni a los que van en silla de ruedas dejara entrar por considerarlo vehículo menor o transporte motorizado, o los avisos gráficos que retratan la prohibición de pase de vehículos, y quien maneja un auto diferente al que esta dibujado en la advertencia, considera que el mensaje no va dirigido hacia él, y se estaciona. Se advertirá que estos ejemplos nadie se ha preguntado cuál ha sido el objeto de la norma, los que se hayan cruzado en su camino solo han reparado en su sentido explícito, y no al mensaje que contiene.
Cuando el intérprete no se pregunta ni investiga la razón de ser de la ley o su espíritu, sino simplemente atiende al significado literal, a lo que manifiestamente la norma expresa, ha hecho uso del método literal. Sólo responde a la pregunta: ¿Qué dice la norma?. Como el detestable ejemplo cuando ocurre la juramentación de parlamentarios y previamente se acordó que solo deberían jurar brevemente y sacan sus banderas, ofrecen discursos en lenguas nativas, realizan arengas en recuerdo de sus generaciones pasadas, etc., y el congresista que dirige el juramento encuentra como única manera de apercibimiento gritar: Oficial mayor ¡lea el reglamento!. Resulta rentable incumplir el mandato, pues finalmente solo leerán la norma.
El método literal es el primer contacto del estudiante con la interpretación jurídica, luctuosamente apoyada por una educación que tiene como andamiaje a los códigos, además de seguir su estructura, se hace verso cantado de sus artículos. Sera determinante su utilidad si de la ley se realiza una lectura aplicada a la lógica del texto jurídico y de la cual su aplicación no sea irracional y desatinada. No puede terminar siendo un razonamiento gramatical. El método literal prohíbe el paso a las preguntas ¿para qué fue la norma?, ¿Cuál es su finalidad?, ¿Cuál fue la intención del legislador? Mucho menos interesa tomar en cuenta el enfoque sociológico, económico o político que las normas pudieren contener.
Al respecto, las tradiciones orales y la literatura peruana muestran un sinnúmero de ejemplos, uno de ellos, el caso del viejo Don Dimas de la Tijereta ([13]). De quien se decía había nacido en el mismo pórtico donde hacían sus negocios los abogados. La mención al Portal de escribanos bien a la usanza que donde hacen la actividad o vive tal notable se le coloca por añadidura su nombre al lugar, en este caso con sus palabras y escritos, los abogados eran dueños de esa calle y ahí cayó el bautizo:
«Conocíale el pueblo por tocayo del buen ladrón a quien don Jesucristo dio pasaporte para entrar en la gloria; pues nombrábase don Dimas de la Tijereta, escribano de número de la Real Audiencia y hombre que, a fuerza de dar fe, se había quedado sin pizca de fe, porque en el oficio gastó en breve la poca que trajo al mundo» ([14]).

Si somos creyentes y nos vence la tentación, el fondo del asunto es dejar de cumplir con los mandamientos cristianos, y no tener compromiso alguno con Dios, ¿Cómo nos ataca el diablo?, con agilidad de palabra, nos invita sinuosamente a apetecer aquello que nos está prohibido, como la mujer o el patrimonio del otro, Palma hace mención que de Dimas se habían apoderado los tres enemigos del alma, La carne, El mundo y El demonio. Ciertamente lo único que le faltaba al viejillo era vender su revejida alma, se encontraba más allá del bien y del mal, al mismo tiempo era acomodado económicamente fruto de sus leguleyadas, ese patrimonio le serviría para afrontar el costo de sus tentaciones:
Gente estudiosa la raza de abogados, mas han sido blanco de retratos caricaturescos por donde se le mire, y no es de extrañar que Palma certifique del mismo modo, sin mayores preámbulos señala que a los abogados ni les debe ni les cobra, también entra a equiparar a la mujer con el pecado, pero que no es toda su culpa ya que como buenos adanes también nos gustaba la manzana prohibida, ‘viejo verde’ o como el buen vino sabio amante, es que a Dimas le dio por enamorarse de una damita con olor a virgen, antes de verla por primera vez, el cartulario cuidaba su dinero al extremo de poder ser reconocido como tacaño, ya con la muchacha en ciernes, a trabajar con el bolsillo abierto para los regalos y demás cortesías en pos de su corazón, sabiendo el interés del viejillo eso hacía que la chica se aleje mas y este juego morboso al viejo lo traía más interesado. 
«[Dimas] Se enamoró hasta la coronilla de Visitación, gentil muchacha de veinte primaveras, con un palmito y un donaire y un aquel capaces de tentar al mismísimo general de los padres beletmitas, una cintura pulida y remonona de esas de mírame y no me toques, labios colorados como guindas, dientes como almendrucos, ojos como dos luceros y más matadores que espada y basto en el juego de tresillo o rocambor. ¡Cuando yo digo que la moza era un pimpollo a carta cabal!» ([15]).
A poco de irse a la tumba el rancio avaro y huraño ahí se puso a husmear a la joven y virginal Visitación, quien generaba en el anciano escribano los deseos carnales dignos del libidinoso emperador Calígula, en voz alta clamaba sus apetitos ¡Daría mi alma al Diablo por obtener el amor de Visitación!». En el acto se le apareció un emisario del Diablo, que con pluma y tinta en mano ofreció cumplir sus deseos a cambio de su alma y para ello a firmar un contrato.
Al resabido hombre de leyes no le tomó ni un segundo ver la forma de sacar provecho de esa transacción, para lo cual accedió a la firma, previa inclusión de una clausula en que se insertara la palabra ‘almilla’. —Esta venta del alma ha sido retratada hasta en la serie animada Los Simpson donde Bart le vende por cinco dólares su alma a Milhouse a causa de ello ni las puertas eléctricas se le habrían, los locos se le acercaban y los perros lo aborrecían, se había vuelto la reencarnación de judas, un maldito. Con el alma no se juega—.
La tía de Visitación le entraba al cuento, de aprovechar la gracia y juventud de su sobrina ([16]), por su casa desfilarían pretendientes acomodados, el sebo era su belleza bien manipulada por la pariente que según cuenta Palma unos años más tarde seria castigada por la santa inquisición con paseada y todo por las calles de Lima. El viejo Dimas cortejaba todas las noches a la niña, para esta chiquilla era como un deporte oír a los hombres dulces palabras, que mas aun si venían del viejo abogado cantaba para sus adentros, sabía muy bien todo lo que su corazón producía en el escribano y a seguirle el juego pero sin soltar prenda. Llegada la hora de la declaración la joven puso en vereda al escribano, pues más que un galán pasaba como lo que era un viejo hereje, ya echado de la casa hundido en sus pensamientos el tradicionalista relata cómo es que este viejo termino vendiendo su «almilla»:
«Para mi santiguada que es trajín el que llevo con esa fregona que la da de honesta y marisabidilla, cuando yo me sé de ella milagros de más calibre que los que reza el Flos-Sanctorum. ¡Venga un diablo cualquiera y llévese mi almilla, en cambio del amor de esa caprichosa criatura!» ([17]).

Prestándole oído a tal petición el diablo mayor, envió a uno de sus empleados que vaya a darle gusto a este que entregaba su alma, ¿cómo es el diablo? con cuernos, feo a los ojos ¿impresionante como Hellboy? este según Palma mas de «bonita estampa, muy zalamero y decidor», le señala que son se escatime en gastos, ni nada de regatear precios, señala su jefe que de tacaño nada tiene si es que hay una presa, Palma se excusa de que nada sabe de que hablaron el diablillo y el escribano solo apunta el texto del contrato que dice:

«Conste que yo, don Dimas de la Tijereta, cedo mi almilla al rey de los abismos en cambio del amor y posesión de una mujer. Ítem, me obligo a satisfacer la deuda de la fecha en tres años. Y aquí seguían las firmas de las altas partes contratantes y el sello del demonio» ([18]).
Este diablo mensajero que no reducía sus reflexiones a la literalidad de las palabras, accedió a la petición considerando que se trataba de una forma displicente de referirse a la palabra alma, y así se firmó el contrato, el alma prometida y la joven terriblemente enamorada del viejo escribano. De inmediato el anciano volvió a su lugar y apareció la chica arrojada a sus brazos, el contrato venía siendo cumplido tal cual se había firmado, el tradicionalista señala:  «Lilit había encendido en el corazón de la pobre muchacha el fuego de Lais, y en sus sentidos la desvergonzada lubricidad de Mesalina»:
«Como no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, pasaron, día por día, tres años como tres berenjenas, y llegó el día en que Tijereta tuviese que hacer honor a su firma. Arrastrado por una fuerza superior y sin darse cuenta de ello, se encontró en un verbo transportado al cerro de las Ramas, que hasta en eso fue el diablo puntilloso y quiso ser pagado en el mismo sitio y hora en que se extendió el contrato» ([19]).
Pero el diablo la tendría más difícil, al requerirlo al actuario por su alma, pretendía leerle las manos a un ducho gitano, el decrepito se desnudó y le entrego sus interiores de arriba, «¡eh ahí mi almilla!» le señaló al comisionado infernal. Y así quería que se considere pagada la deuda, el diablillo no lo tomaba en serio, y el escribano seguía en su proceder hasta querer entregarle el jubón y señalarle deuda pagada y a devolverle el papel firmado. El diablo echo a reír:
 
«Lilit: Y ¿qué quiere usarced que haga con esta prenda?
Dimas: ¡Toma! Esa prenda se llama almilla, y eso es lo que yo he vendido y a lo que estoy obligado. Carta canta. Repase usarced, señor diabolín, el contrato, y si tiene conciencia se dará por bien pagado. ¡Como que esa almilla me costó una onza, como un ojo de buey, en la tienda de Pacheco!
Lilit. Yo no entiendo de tracamandanas, señor don Dimas. Véngase conmigo y guarde sus palabras en el pecho para cuando esté delante de mi amo.
Y en esto expiró el minuto, y Lilit se echó al hombro a Tijereta, colándose con él de rondón en el infierno. Por el camino gritaba a voz en cuello el escribano que había festinación en el procedimiento de Lilit, que todo lo fecho y actuado era nulo y contra ley, y amenazaba al diablo alguacil con que si encontraba gente de justicia en el otro barrio le entablaría pleito, y por lo menos lo haría condenar en costas» ([20]).
 
No valió su astucia, el diablo cargó con todo el viejo y se lo llevo derecho al infierno, ahí comenzaría el duelo por determinar quien tenía razón, como dirimente entraría el amo de las tinieblas. En la confrontación y alegatos —previa vista del contrato— el viejo leguleyo reclamó la lectura de la palabra almilla en el diccionario, que a la letra decía «especie de jubón ajustado al cuerpo». Demostrando que hasta en el averno había justicia y cero arbitrariedades mundanas, se dictó sentencia a favor del escribano y así regresó al mundo terrenal con un veredicto favorable en su haber, los ardides le habían funcionado al escribano hasta en el mundo de abajo:
 
«Afortunadamente para Tijereta no se había introducido por entonces en el infierno el uso de papel sellado, que acá sobre la tierra hace interminable un proceso, y en breve rato vio fallada su causa en primera y segunda instancia. Sin citar las Pandectas ni el Fuero Juzgo, y con sólo la autoridad del Diccionario de la lengua, probó el tunante su buen derecho; y los jueces, que en vida fueron probablemente literatos y académicos, ordenaron que sin pérdida de tiempo se le diese soltura, y que Lilit lo guiase por los vericuetos infernales hasta dejarlo sano y salvo en la puerta de su casa. Cumplióse la sentencia al pie de la letra, en lo que dio Satanás una prueba de que las leyes en el infierno no son, como en el mundo, conculcadas por el que manda y buenas sólo para escritas. Pero destruido el diabólico hechizo, se encontró don Dimas con que Visitación lo había abandonado corriendo a encerrarse en un beaterío, siguiendo la añeja máxima de dar a Dios el hueso después de haber regalado la carne al demonio» ([21]).
Y así que igual el diablo se quedo con la almilla, queda desde entonces que los escribanos no usan interiores en la parte de arriba, que un mínimo frio le cae como pulmonía al abogado, desde ese entonces  tal es la fama de los abogados en el infierno que ni ahí se les acepta, Palma en sus palabras compara el destino del alma del escribano con la de judas Iscariote, que después del suicido a modo de saldar deudas por la traición, a su alma se le negó en todo lado de este mundo y de los otros a darle posada, y tal es así que tuvo que regresar su alma a este mundo muriendo de frio y sin cuerpo donde guarecerse hasta que paso por ahí un usurero:
 
 
 
«Acertó a pasar por casualidad un usurero, de cuyo cuerpo hacía tiempo que había emigrado el alma cansada de soportar picardías, y la de Judas dijo: —aquí que no peco—, y se aposentó en la humanidad del avaro. Desde entonces se dice que los usureros tienen alma de Judas» ([22]).
 
Vencido el plazo, resuelto el litigio, acabó el conjuro. La mujer advirtiendo haber sido poseída de la pura vergüenza de haber entregado el cuerpo al anciano, decidió que lo que le restaba de vida se la pasaría en un convento de clausura y así limpiar, al menos su conciencia. Pero más reproche debió hacerse el diablo que para no andar en interpretaciones literarias que le hagan regatear un alma, lo más conveniente en adelante es que extenderá contratos con clausulas generales que evitaran negociaciones previas y a la hora de exigir su cumplimiento no será librado a los dichos de sus clientes. Bastara buena publicidad que asegure la demanda para caer en pecado.
 
LOS PROTAGONISTAS AL PIE DE LA LETRA

El píe juntillas de la ley reproduce su símil en la actividad judicial, esta queda retratada en La pregunta de sus ojos (2005) novela que sirvió de inspiración para la película El secreto de sus ojos (2009). La portada del libro retrata a un empleado de juzgado trepando en un andamio lleno de expedientes en el archivo judicial. Esplendida aventura, su adaptación al cine resulta una interacción del texto, y el trabajo visual mantiene la calidad, con un guión que le brinda pasajes que no se encuentran en la novela, este Legal Thriller brinda una severa crítica respecto de que se hacen con los expedientes que no cuentan con un interesado en empujar el andamiaje judicial, simplemente pasado tres meses a declararlo sobreseído. Es así que la ley es la ley para los jueces, y sus allegados ahí con prisa agitando el cuerpo para las actividades predispuestas.
Una de las tramas de la obra manifiesta el trabajo y clases de secretarios que existen en un despacho, desde aquellos dedicados profundamente a sus quehaceres, como aquellos lambiscones y aduladores de sus magistrados, sin importar que estos sean mediocres o creyentes que por su ‘potencial’, mañana mismo tienen que ascender a la instancia superior en el cargo, dos protagonistas de la novela —que son secretarios—, le juegan una broma a su juez para manifestar que les había tocado trabajar para un pelotudo. Después que Benjamín Chaparro (Pro-secretario, eterno aspirante a abogado) y su asistente Pablo Sandoval (Cuando beodo el mejor sastre judicial, cuando lucido extraordinario perito) le hacen firmar a su Juez y a su Secretario personal documentos con fecha anterior para continuar la investigación de un crimen. Sandoval le comenta a Chaparro «El día en que los boludos hagan una fiesta, estos dos reciben a los demás en la puerta, les sirven los refrescos, les ofrecen torta, encabezan el brindis y les limpian las miguitas de los labios», los rituales y actividades repetidas hacían actuar a estos hombres de papel sellado mas como maquinas automáticas que seres razonables, a firmar los proveídos y demás escritos sin leerlos, mas por aburrimiento que por confianza. Así al pie de la letra no solo es la ley sino una gran poca de la propia actividad judicial.


[1].             Desde Le diable au convent (1899) de Georges Méliès, hasta Devil (2010) dirigida por John Erick Dowdle, la presentación del diablo supera las cien películas, del mismo modo ha aparecido intensamente en diversos pasajes televisivos, desde las caricaturas a esplendidos asesores o reinas de belleza.
[2].          Norden, Martin F. The Changing Face of Evil in Film and Television. Nueva York: Rodopi, 2007.
[3].             León Barandiarán, José. La Constitución alemana de 1919. Lima: Impr. Minerva, 1930.
[4].             Ribeyro, Julio Ramón. La tentación del fracaso. 2Ed. Barcelona: Seix Barral, 2003. p. 176.
[5].             Ribeyro, Julio Ramón. Cartas a Juan Antonio - Tomo I 1953 – 1958. Lima: Jaime Campodónico Editor, 1996. pp. 54-55.
[6].             Ibíd. p. 84.                  
[7].             Vargas Llosa, Álvaro. El diablo en campaña.  Madrid: Aguilar, 1991.
[8].             Ibíd. p. 20.
[9].             Eckermann, Johann Peter. Conversaciones con Goethe.  
[10].            Cumpa Pizarro, Raúl. El lenguaje de los Abogados en el banquillo. s/e, s/f. 2001. p. 21.
[11].            González Salgado, José Antonio. «El lenguaje jurídico del siglo XXI». Themis, N° 57, 2009, pp. 240-241.
[12].            Ibíd. p. 244.
[13].            Palma, Ricardo. Don Dimas de la Tijereta - Cuento de viejas que trata de cómo un escribano le ganó un pleito al diablo. En: Tradiciones Peruanas. Tomo I. Madrid: Espasa-Calpe, 1945, pp. 5-13.
[14].            Ibíd. p. 5.
[15].            Ibíd. p. 7.
[16].            Se utiliza el mismo argumento en el cuento Interior L de Julio Ramón Ribeyro.
[17].            Ibíd. p. 9. 
[18].            Ibíd.  
[19].            Ibíd. p. 10.
[20].            Ibíd. pp. 10-11.
[21].            Ibíd. p. 11.
[22].            Ibíd. p. 12.