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jueves, 9 de diciembre de 2010

Con derecho a soñar: A propósito del nuevo Premio Nobel de Literatura

Fue en ese curso creo, y también los consejos del tío Lucho, los que me animaron a seguir luego, en la universidad, las carreras de Letras y Derecho. Antes de ir a Piura estaba resuelto a hacer sólo Filosofía y Letras. Pero en esas clases del doctor Gulman, el Derecho parecía mucho más profundo e importante que lo meramente asociado a los litigios: una puerta abierta a la filosofía, a la economía, a todas las ciencias sociales
 El Pez en el Agua , Mario Vargas Llosa

Si mencionara a los profesores de San Marcos a los que debo algo, la lista sería larga. Pero quiero hacer un recuerdo especial de Raúl Porras Barrenechea, con el que, además de ser alumno, tuve el privilegio de trabajar, en su casita de la calle Colina invadida de libros y quijotes, de lunes a viernes, todas las tardes, cerca de cinco años […] ningún otro, fulgura en mi memoria como mi maestro sanmarquino de manos pequeñas, ojos azules y barriguita prominente, que, cuando subía a su pupitre, armado con su panoplia de fichas atiborradas de letras microscópicas, como patitas de araña, y comenzaba a hablar, se convertía en un gigante…
Mario Vargas Llosa

Estudió Derecho en San Marcos, las razones pasan desde evitar las necesidades alimenticias hasta ser un destacado abogado del foro, mejor aun que no fue así, pasó de ser peruano a un ciudadano del mundo, lo acompañarían una y otra vez los recuerdos acompañados de la ficción, harían de esta combinación en su imaginación sus novelas que retratarían la Lima miraflorina, la sierra de Lituma, la selva del Celta, el derecho para beneplácito de las letras seria fuente de inspiración para inventar tinterillos, jueces ridículos y abogados ilustres, en sus trabajos de novelista.


El discurso del premio nobel peruano, es un homenaje a los recuerdos, a la ficción y a la libertad, agradecido esta de todos y de todo aquello que lo acompaño, nosotros los peruanos, fiel a nuestro estilo, si hubiera ganado el nobel diez años más joven, le habríamos obligado a ser presidente, menos mal que no es así, y la travesía continúa

miércoles, 13 de octubre de 2010

EL COLEGIO MILITAR Y EL NOBEL



Aun me queda en la memoria la lectura de la ciudad y los perros en el frío invierno de 1991 en un aula de tercer año del Colegio Militar Leoncio Prado, que terminaría siendo mejor que el Colegio de curas Franciscanos del que me había librado, donde mirar a una mujer era pecado, o después de disfrutar una película me preguntaba si habría ofendido a algún santo de los que hablaban los frailes en el curso de religión, mucho menos celebrar una fiesta o intentar leer algo que no este dentro de su arcaica currícula escolar. En buenas cuentas el Leoncio Prado me abriría las puertas a situaciones que hasta ese entonces me habían sido negadas.
Hablar de la institución donde estudió Vargas Llosa y donde también tuve la oportunidad de instruirme, me llena de contradicciones, la dura vida militar y la libertad que también había ganado, al emanciparme de mis padres y del rígido y absurdo sistema escolar que manejaban los sacerdotes y docentes del anterior colegio hacían del Leoncio Prado un lugar de oportunidades para descubrir, participar a los 13 años de un mundo que en ese entonces estaba reservado para los adultos sumado a que en un colegio de curas se me había preparado durante 8 años para ser bien recibido en el cielo, me haría entender mejor el mundo terrenal y así poder dar rienda suelta a mi curiosidad.

La morada del Héroe, los impostores eran títulos que el escritor ensayaría para su novela que abriría el camino a la literatura iberoamericana en Europa, sumado a las múltiples biografías que relatan sus vivencias en el Colegio, han hecho de este un lugar inolvidable, ubicado a orillas del mar en el distrito de la Perla, en la provincia constitucional del Callao. Las cartitas para las novias y los relatos sicalípticos eran bien recibidos por sus compañeros de promoción, la debilidad por lo erótico ya se manifestaba en el adolescente. Sentado en el auditorio los días jueves a las 08:00pm viendo las películas, en su mayoría de veces catalogada “para adultos” recordaba que esas mismas circunstancias las habría vivido Alberto el poeta y su primera sección.

En la tentación de lo imposible, Vargas Llosa relataría su avidez lectora en su época de cadete, por las obras de Víctor Hugo, del mismo modo lo haría en el Pez en el agua y así lo recogerían sus biografías en un sin fin de trabajos, el mas vivido de todos y del cual recomiendo leer, se titula El cadete Vargas Llosa, que en buenas cuentas es un registro de la época de estudiante de Vargas Llosa, más que una biografía es un pedazo de historia del Colegio Militar, del cual, en la vida real, sus personajes celebres se cuentan en decenas, prominentes banqueros, ministros, maestros universitarios, literatos —Manuel Scorza— , ingenieros reconocidos, etc., pero el mas celebre sin duda, mucho antes del novel es el artífice de Alberto el poeta, el esclavo, el circulo, la malpapeada y demás personajes de su novela autobiográfica que tantas veces su tía y al mismo tiempo primera esposa Julia Urquidi ayudaría a mecanografiar.


EL TINTE LEGAL EN LA CIUDAD Y LOS PERROS

Recuerdo trabajos universitarios que intentaban encontrar el tipo penal, la responsabilidad civil, tentativa, indicios y demás repertorios legales a raíz de la muerte del esclavo y posible autoria del Jaguar en la Ciudad y los Perros, algunos colegas coronaban que el Jaguar era el autor del crimen, porque existía indicios razonables de que así completaba su venganza con el delator, otros concluían que siendo el esclavo una persona que no había terminado de adaptarse a la rigidez y estructuras sociales de dominio que existían en el colegio, su muerte había sido producto de su negligencia, finalmente uno podría terminar convencido por uno u otro bando de abogados, que argumentaban de acuerdo a sus perspectivas, el debate alcanzo al propio autor, a quien le preguntaron un día, y bien señor Vargas Llosa ¿Quién mato al esclavo?, a lo que respondió, ‘la verdad, no lo se’.

Sellando de esa manera la separación del autor y su obra, que serviría de ejemplo en aulas para explicar la separación que existe entre el legislador y su obra legislativa y así exponer el método de la ratio legis en los cursos de metodología de la investigación y también en los de razonamiento jurídico, la lucha franca contra la interpretación literal de la cual los alumnos de pre y post grado hacían gala se la podía librar mejor con ingredientes literarios para hacerla menos aburrida y liberarla de tecnicismos, siempre cuidando de no llegar a la vulgaridad, es así que contaminábamos la enseñanza del derecho incluso con la ficción, no se crea que esto es novedoso, el sistema jurídico peruano esta lleno de presunciones y ficciones legales, es tarea del profesor y estudiante de derecho poder diferenciarlas para así entenderlas mejor y finalmente aplicarlas coherentemente.

Después de leer la Ciudad y los perros, cada lector tendrá su propia versión de los hechos de ¿Quién mato al esclavo?, ¿no es acaso un ejemplo de interpretación que suma los eventos de la obra para llegar a una conclusión?, ¿importa acaso la opinión del autor? —Interpretación autentica— Este evento ha servido innumerables veces para explicarle al auditorio las virtudes de las artes interpretativas que todo abogado debe desarrollar respecto de la ley. Que la interpretación es un trabajo de los jueces y las partes y nada tiene que hacer aquello que pretendía el autor señalar, sino que la ley funciona de acuerdo a los intereses que uno defiende en los tribunales y en el camino se encontrara la verdad apoyada en la dinámica exposición de los posibles sucesos; de la novela prima nos hemos servido para explicar tal circunstancia.

La importancia del editor Carlos Barral, y de la semilla Colegio Militar Leoncio Prado, nos ubican en el contesto de que un leonciopradino retrató sus aventuras que servirían de soporte para los orígenes del Boom iberoamericano. Vuelvo a leer la ciudad y los Perros, y digo, pero si es el Colegio Militar, vivo retrato de una historia reciente, Los festejos son saludables para el orgullo de los peruanos.

Se ha recordado a casi todos aquellos que estuvieron presentes en la travesía al éxito que ha discurrido la vida del escritor, familiares, amigos de circunstancias, personajes que el mismo buscó en sus viajes y aventuras personales. No debemos olvidar a Carlos Barral, editor y mejor amigo desde los inicios del autor de la ciudad y los perros, pues, el Vizconde de Calafell seria quien se encargaría editorialmente, de que Varguitas sea un escritor universal, del mismo modo, ya se manifestara el día en que se valore el aporte de Zavalita a la vida política del Perú con su aventura a la presidencia de la republica al frente del Movimiento Libertad, esa ya es otra historia.

13 de octubre de 2010, en el invierno de Angaraes – Huancavelica

martes, 8 de junio de 2010

Moby-Dick: poder-derecho-poder



Si la ciencia, al menos la que se dice del derecho, no parece muy fiable, recurramos a la ficción por alcanzar alguna conclusión naturalmente provisional aunque sólo sea porque ha de quedar al veredicto de la lectura, lo que comienza por no entender la doctrina de tal género, la jurídica. Sea Moby-Dick or the Whale, “Moby-Dick o el Cetáceo”, de Herman Melville, una caudalosa narración que resulta, aparte otros méritos, de interés metodológico para la historia del derecho y sustantivo para la doctrina jurídica, inclusive para sus especialidades constitucionales. No nos lleva exactamente de vuelta a América, sino a los océanos de la tierra, un espacio en común.

De poderes trata la antología de pasajes a lo largo de la historia sobre las grandes y poderosas criaturas con la que se encabeza Moby-Dick. En compañías tales como la Biblia, el Leviathan de Hobbes y los Comentarios de Blackstone, surge la expresión de un principio, tomado de una canción de balleneros: Might makes Right, “el poder hace el derecho”. Poder es derecho y derecho es poder. Poder y derecho equivalen. Son si acaso vertientes de una misma cosa. Al argumento acude Melville en un capítulo bajo el epígrafe de Fast-Fish and Loose-Fish que aparentemente versa sobre derecho venatorio en mar abierto, mas que diserta en el fondo sobre poder colonial y orden jurídico.

Justificando el singular epígrafe, que no anuncia ni derecho ni colonialismo, Melville explica la distinción marinera entre fast-fish, la pieza que ya anda marcada por tentativa de apresamiento, y loose-fish, la que todavía corre mostrenca y así resulta fair game for anybody, caza al alcance de cualquiera pues no se aprecia desgarro de rejón ni de anzuelo, hendidura de pendón ni de bandera. Con este principio colonial, “¿qué son los Derechos del Hombre sino Loose-Fish?”, pieza destinada a convertirse antes o después, como fair game, en fast-fish. El razonamiento se remata: “¿Y qué eres tú, lector, sino Loose-Fish y Fast-Fish a un tiempo?”, sujeto de derechos y objeto de poderes simultáneamente, agente de historia y paciente de dogma cuando se trata de derecho, lector o lectora.

Además de una conclusión sustantiva, ¿se quiere otra metodológica? Fiémonos también de la literatura no jurídica. Un simple cuento nos habla de una investigación conducida en toda regla sin resultado ninguno por un exceso de método precisamente. La pieza de convicción se encuentra tan a la vista que la pericia más avezada no tiene modo humano de descubrirla. “Sólo toman en cuenta su propia inteligencia artificial” por instruida. La profesión superpone su cultivada formación a la desnuda evidencia. Es historia que narra y conclusión a la que llega Edgar Allan Poe en The Purloined Letter, la carta sustraída. Conviene ante todo mirarse lo evidente y sobre todo atenerse a la evidencia misma. He aquí la lección más sensata de método que pueda impartirse a una historiografía tan ciega por dogma o al menos tan estrábica por doctrina como la constitucional. Para el mundo del derecho en general y del constitucionalismo en particular, ¿no consiste la especialidad científica en la asunción personal de los prejuicios que caracterizan a la profesión, esa inteligencia artificial de caza y captura?

(Extracto: CLAVERO, Bartolomé, “Constitución Europea e Historia Constitucional: El Rapto de los Poderes”, en: Revista Electrónica de Historia Constitucional, n. 6, septiembre 2005 (versión on line)

La jurisprudencia ¿es una comedia?, ¿es una tragedia?



Los juristas están acostumbrados a ocuparse de casos. De casos concretos, como dicen. De casos específicos. Extraño, porque todos los casos son concretos, así como cada caso es específico. Tal vez cuando los juristas hacen esta afirmación quieren decir algo más. Por ejemplo, quieren decir que un caso no se presenta nunca como un caso, como un trozo de mundo, un pedazo de tiempo, como una aparición que se manifiesta y desaparece. Todo aquello que se dice, lo dice un observador, ha escrito Maturana.

Nosotros podremos decir: todo aquello que acaece, acaece porque un observador lo diferencia de cualquier otra cosa. En otras palabras, si no se opera una distinción, no se interrumpe la ininterrumpida cadena del presente. Y si no se hace diferencia, no hay tiempo. Y sin tiempo no hay pasado, pero tampoco futuro. Y si no hay pasado ni futuro, no hay casos, porque los casos han sucedido o sucederán. Digamos entonces que el jurista se ocupa de aquello que construye como caso. Aquí, por ejemplo, tenemos un caso interesante. Que debemos interpretar, del cual debemos buscar las motivaciones, sobre el cual debemos decidir, dado que ya en el nombre que ha sido dado al caso hay una alternativa.

En un breve relato de Thomas Bernhard. El título es el siguiente: ¿Es una comedia?, ¿Es una tragedia? Se trata de esto: un hombre ha decidido ir al teatro. Mientras se encamina, es presa de pensamientos, de dudas, de tormentosas incertidumbres. Llega a un palco, encuentra alguien que le habla. Este le dice que también él durante años ha venido al teatro, pero que aquella noche no lo habría hecho. El desconocido se pregunta si aquella noche en el teatro sería una comedia o una tragedia. Invita al hombre que originariamente pensaba ir al teatro a hacer un paseo y le asegura que hablando con él habría descubierto, a partir de los caracteres de su persona, si aquella noche en el teatro sería una comedia o una tragedia. Y mientras caminan el desconocido hace la siguiente afirmación: “el mundo es un mundo completamente, profundamente jurídico, como Usted quizás no lo sabe. El mundo es una sola, grandiosa jurisprudencia”. Más aún, agrega: “El mundo es una sola jurisprudencia”.

(Extracto tomado del ensayo con el mismo nombre en prensa en "Interpretación jurisprudencial" (SCJN, México, 2010)

jueves, 25 de marzo de 2010

Literatura y justicia: El Affaire Dreyfus


En 1894, el Capitán del Alfred Dreyfus, con formación como ingeniero, de origen judío-alsaciano, fue acusado de espionaje. Un tribunal militar lo condenó por el delito de alta traición a prisión perpetua y destierro en la Colonia penal de la Isla del Diablo en la Guayana francesa ubicada en Sudamérica. La defensa de Dreyfus hecha a través de la prensa por Bernard Lazare y con la ayuda de Georges Picquart, jefe del servicio de contraespionaje comprobó, que el verdadero traidor había sido el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy y que Dereyfus había sido condenado sin pruebas y con un proceso del todo defectuoso; sin embargo el Estado Mayor se negó a reabrir el caso y buscó el modo de enviar a Picquart al norte de África.

Años más tarde el presidente del Senado Auguste Scheurer-Kestner declaró que estaba convencido de la inocencia de Dreyfus y junto con Georges Clemenceau, iniciaron nuevamente gestiones para reanalizar el caso, por esas fechas fue denunciado Esterházy ante el Ministerio de Guerra como el verdadero criminal de traición, pero este fue absuelto y aclamado como líder de los conservadores.

Es entonces que Émile Zola publica su famoso J'Accuse, alegato en favor de Dreyfus que llevó al cambio de opinión de muchos intelectuales de la época y del que ahora presentamos un extracto.

En 1898 el Tribunal Supremo reabrió el caso y al año siguiente anuló la sentencia ordenando realizar un nuevo Consejo de Guerra que se efectuó en Rennes ese mismo año, en el cual Dreyfus fue condenado nuevamente en esta ocasión a diez años de trabajos forzados Dreyfus por razones de salud aceptó el indulto que le concedió el presidente Émile Loubet.

Fue hasta 1906 que fue declarado inocente por la Corte de Casación anulando el juicio de 1899, sin necesidad de un nuevo juicio, así como su rehabilitación como capitán Dreyfus y reintegración al ejército con el rango de comandante en el que falleció en 1935.

El caso Dreyfus representa un hito en la historia judicial pues a partir de ahí comenzó a discutirse el buen activismo judicial a favor de los derechos civiles y en contra de la discriminación.

En 1898, el famoso escritor Emile Zola toma partido desde el diario Le Figaro, convencido de la inocencia de Dreyfus; se enfrenta a la opinión pública y el diario le cierra sus puertas. Zola asume costos y riesgos. Zola dirige una carta abierta al presidente Faure publicada desde el diario L'Aurore el 13 de enero de bajo el título de J'Acusse, sus fulminantes efectos dividirán a Francia durante décadas. El diario que dirigía George Clemenceau tiró 300.000 ejemplares agotando su edición en pocas horas.


CARTA A M. FELIX FAURE PRESIDENTE DE LA REPUBLICA FRANCESA

(…)

Puesto que se ha obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la diré si antes no lo hace el tribunal con toda claridad. Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro del inocente que expía a lo lejos cruelmente torturado, un crimen que no ha cometido.

Por eso me dirijo a vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy convencido de que ignoráis lo que ocurre. Y ¿a quién denunciar las infamias de esa turba malhechora de verdaderos culpables sino al primer magistrado del país?

(…)

Cuando aparece Dreyfus ante el Consejo de guerra, exigen el secreto más absoluto. Si un traidor hubiese abierto las fronteras al enemigo para conducir al emperador de Alemania hasta Nuestra Señora de París, no se hubieran tomado mayores precauciones de silencio y misterio.

Se murmuran hechos terribles, traiciones monstruosas y, naturalmente, la Nación se inclina llena de estupor, no halla castigo bastante severo, aplaudir la degradación pública, gozar viendo al culpable sobre su roca de infamia devorado por los remordimientos..... Luego es verdad que existen cosas indecibles, dañinas, capaces de revolver toda Europa y que ha sido preciso para evitar grandes desdichas enterrar en el mayor secreto?. No! Detrás de tanto misterio solo se hallan las imaginaciones románticas y dementes del comandante Paty de Clam. Todo esto no tiene otro objeto que ocultar la mas inverosímil novela folletinesca. Para asegurarse, basta estudiar atentamente el acta de acusación leída ante el Consejo de guerra.

(…)

Dreyfus conoce varias lenguas: crimen. En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen. Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen... Desconocemos aún sus interrogatorios, pero lo cierto es que no todos lo acusaron, habiendo que añadir, además, que los veintitrés oficiales que atestiguaron pertenecían a las oficinas del ministerio de la guerra. Se las arreglan entre ellos como si fuese un proceso de familia, fijaos bien en ello: el Estado Mayor lo hizo, lo juzgó y acaba de juzgarlo por segunda vez.

Así, pues, solo quedaba la nota sospechosa acerca de la cual los peritos no estuvieron de acuerdo. Se dice que, en el Consejo, los jueces iban ya, naturalmente a absolver al reo, y desde entonces, con obstinación desesperada, para justificar la condena, se afirma la existencia de un documento secreto, abrumador; el documento que no se puede publicar, que lo justifica todo y ante el cual todos debemos inclinarnos: el Dios invisible e incognoscible!. Ese documento no existe, lo niego con todas mis fuerzas. Un documento ridículo, si, tal vez el documento en que se habla de mujercillas y de un señor D... que se hace muy exigente, algún marido, sin duda, que juzgaba poco retribuidas las complacencias de su mujer!. Pero un documento que interese a la defensa nacional, que no puede hacerse público sin que se declare la guerra inmediatamente, no, no!. Es una mentira, tanto mas odiosa y cínica, cuanto que se lanza impunemente sin que nadie pueda combatirla. Los que la fabricaron, conmueven el espíritu francés y se ocultan detrás de una legítima emoción; hacen enmudecer las bocas, angustiando los corazones y pervirtiendo las almas. No conozco en la historia un crimen cívico de tal magnitud!. (…)


EMILE ZOLA

París, enero 13 de 1898.

lunes, 1 de marzo de 2010

Derecho y poesía

Gustav Radbruch en su "Introducción a la filosofía del derecho" dedica el parágrafo 31 al tema:
Hay una carta de Goethe a un amigo que profesaba admiración por lo poetas y los juristas, en que le dice que se empeña en servir y adorar a dos dioses enemigos e incompatibles entre sí...Otros poetas, repelidos y hasta asqueados por lo estudios jurídicos, llegaron a estampar verdaderas maldiciones en el libro de oro de la Jurisprudencia...si nos preguntamos, ahora qué es lo que puede explicar esta frecuente aversión de los poetas y, en general, de los artistas hacia la ciencia jurídica encontraremos como causa, tal vez, la llamada objetividad jurídica, es decir, la tendencia del jurista a abstraerse precisamente de los rasgos esencialmente humanos.


Radbruch buscaba vivificar el derecho que tan mal parado había quedado por los totalitarismos y esta relación entre literatura y derecho es una de las diversas maneras que explora en su manual, el cual invitamos a leer.

Fuente: RADBRUCH, Gustav, "Introducción a la filosofía del derecho" primera edición en alemán 1948, usamos la edición en español del Fondo de Cultura Económica de 1951, pp. 144 y ss.

jueves, 18 de febrero de 2010

Literatura y derecho / Ante la ley, de Claudio Magris



Con esta serie de conferencias (Madrid, 2006), Claudio Magris se suma al movimiento explorador de las relaciones entre derecho y literatura, movimiento importante en el mundo anglosajón, casi desierto en el orbe hispano. El autor rechaza la idea romántica que contrapone la literatura al derecho. En principio –sostiene– toda obra de arte revela una esencia moral y es afín a una ley previa ajena a la arbitrariedad del sentimiento. Pese a que muchas historias literarias son adversas al derecho y a su práctica, ellas mismas encarnan leyes en un plano profundo; como los códigos jurídicos y la administración sabia de la justicia, siguen una coherencia interna y representan en parábolas los mensajes contenidos en mandamientos y leyes abstractas. Las relaciones entre ley y mito han sido exploradas por la investigación antropológica. Contra esta evidencia, el persistente rechazo romántico a la ley termina por asimilar la literatura a la fe y a la gracia, las cuales no necesitan el examen de las acciones concretas.
En el mundo actual, señala Magris (Trieste, 1939), las ideas jurídicas generales tienden a disolverse en un laberinto de leyes y normas específicas cambiantes debido a las presiones globales. La razón, la ley y el sujeto centrales se eclipsan ante el avance de leyes y reglamentos particulares que invaden todos los ámbitos de la existencia individual. Hay una eclosión jurídica, la cual crea nuevas materias y estructuras para la literatura. Este espacio inmenso es el nuevo far west literario a conquistar. Al ignorarlo, los literatos evaden la exploración de un sinfín de conflictos humanos que están en el centro de la vida moderna.
Bienvenida la invitación de Magris, pero su mensaje se queda corto ante el conocimiento acumulado en las últimas décadas. El debate en Estados Unidos empezó en 1973 con The Legal Imagination de James Boyd White, de enfoque más o menos moralista, pero con mucha información sobre los vínculos entre ambas materias. Desde entonces se han propuesto nuevos enfoques y han surgido escuelas que invitan a leer la literatura clásica y moderna con nuevos ojos. Law and Literature (Harvard University Press, edición revisada y ampliada de 1998), de Richard A. Posner, hace una revisión exhaustiva de lo acumulado hasta ese momento.
Posner, juez pragmático del distrito de Chicago, impugna severamente la pretensión de renovar el derecho, la jurisprudencia y la abogacía a partir de la literatura, pero su retórica muestra en sí misma la buena influencia de la novela y el drama sobre su mente de abogado. Uno de sus puntos fuertes es leer las novelas como un forense escudriña la escena del crimen o la trama de los expedientes judiciales en busca de evidencias. El resultado es una muestra muy rica de capacidad de síntesis y orden expositivo. La principal impugnación de Posner a la literatura como fuente del derecho es su propensión a extrapolar los conflictos por razones dramáticas. La mayoría de las novelas clásicas y contemporáneas con tema legal no resisten el análisis jurídico profesional. Cualquiera que sea la postura ante el punto de vista de Posner, sus resúmenes y comentarios encierran una lección de eficacia intelectual para la crítica literaria vaporosa.
Otro libro interesante para la crítica literaria es La fábrica de historias / Derecho, literatura, vida (Buenos Aires, fce, 2003), de Jerome Bruner, reunión de conferencias dictadas en un seminario animado por Paolo Fabbri y Umberto Eco en la Universidad de Bolonia. Es un libro rico en ideas y referencias bibliográficas sobre el funcionamiento de la mente al declarar ante la ley y al narrar. Es extraño que Magris no lo consigne. A diferencia de Posner, Bruner encuentra afinidades profundas entre derecho y literatura en el hecho de que ambas disciplinas se basan en relatos. Los expedientes judiciales son relatos y las leyes mismas están vinculadas a historias de vida, experiencias concretas que las hacen necesarias. Los casos judiciales, como los relatos literarios, abundan en expectativas fracasadas. La literatura convierte estos contratiempos humanos en géneros y así nos enseña, sin proponérselo necesariamente, a domeñar los conflictos, a preverlos, a no repetirlos. Por tanto, la formación literaria es aconsejable para los abogados.
Uno voltea hacia el ejercicio del derecho en México. He ahí el caso de Jacinta, para no ir lejos, donde el aparato judicial fabrica la culpa en vez de probarla, como en El proceso de Franz Kafka. Ambas historias tienen en común la presunción de la culpa (en vez de la presunción de la inocencia). En algún momento Josef K. empieza a convencerse de su culpa. Jacinta, al salir libre, declara que aprendió nuevas palabras, como “amparo”, “diligencia” y otras: su mente había empezado a ser gobernada por la lógica del aparato judicial, como los menonitas de Chihuahua, que acaban de descubrir la palabra “sicario”.
La presunción de la culpa es corolario jurídico de la idea del pecado original (somos culpables por el hecho de haber nacido). Aunque esta idea ha sido erradicada de casi todos los órdenes jurídicos, algunos aparatos judiciales siguen asumiéndola en la práctica como forma de dominio sobre el acusado. El Código de Justicia Militar de México aún la conserva: “La intención delictuosa se presume, salvo prueba en contrario” (art. 102). En el drama La exposición Claudio Magris incluye el siguiente parlamento: “La culpa estaba allí, la culpa está en el comienzo, antes de todo [...] la vida es ley, es una desgracia que no naciera muerto.” Esto es similar a la frase final de El proceso: “Y era como si la vergüenza hubiese de sobrevivirle.” ~